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Níscalos para nuestros huéspedes

**El Otoño y los Níscalos: Un Paseo Mágico por la Naturaleza**


El otoño es una estación mágica que transforma la naturaleza en un lienzo de colores cálidos. Cada hoja que cae, cada brisa fresca, nos invita a salir y disfrutar de sus encantos. Ayer por la tarde, decidí dejar atrás la rutina y adentrarme en la sierra en busca de unos tesoros ocultos: los níscalos.


Con una cesta de mimbre y el corazón lleno de ilusión, emprendí el camino hacia el bosque. La entrada de la sierra me recibió con un espectáculo de hojas doradas y rojas, que caían suavemente como si el viento quisiera regalarnos su danza. El aire estaba impregnado de ese característico aroma a tierra húmeda y pinos, tan especial en esta época del año.


Mientras caminaba, el crujir de las hojas bajo mis pies era como una melodía que acompañaba mis pensamientos. La luz del sol filtrándose entre las ramas creaba un juego de sombras y luces que hacía que cada rincón del campo brillara con un tono especial. Cada paso me acercaba más a aquellos níscalos, pequeñas joyas que crecen en la tierra, esperando ser descubiertas.


Finalmente, después de unos minutos de búsqueda, los encontré: su característica forma y color naranja brillando entre la hojarasca. La alegría de haberlos encontrado me llenó el alma. No solo era la satisfacción de la recolección, sino también el maravilloso sentimiento de estar en contacto con la naturaleza, de formar parte de ella en un momento tan auténtico.


Estar en la sierra, rodeado de árboles de distintos tamaños y especies, y contemplar el paisaje que se extendía ante mí, me hizo reflexionar sobre la belleza simple de la vida. Cada hongo, cada hoja, cada sonido de la naturaleza eran recordatorios de lo privilegiados que somos al poder disfrutar de estos momentos.


Regresé a casa con mis níscalos, no solo como un simple alimento, sino como recuerdos imborrables de una tarde perfecta en el corazón de la sierra. El otoño, con su frescura y esplendor, nos regala momentos que merecen ser vividos y compartidos, llenos de gratitud y admiración por la naturaleza que nos rodea.


Después de un día maravilloso en la sierra recolectando níscalos, decidí llevarlos a los huéspedes alojados en la casita de Albino. Me emocionaba la idea de compartir con ellos el sabor fresco y exquisito de estos hongos, que había recogido con tanto cariño. Al llegar, la sonrisa en sus rostros mostró su entusiasmo. Sabía que estos níscalos no solo serían un manjar, sino también una conexión con la naturaleza que los rodeaba. Ver cómo disfrutaban de su sabor en la mesa, rodeados de cálida compañía y el ambiente acogedor de la casita, hizo que la experiencia fuera aún más especial. Sin duda, un delicioso regalo del otoño que ellos recordarían con gusto.


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